lunes, 16 de junio de 2008

Mil cretinos

¿Están todos los ritos humanos marcados por la tragedia? Tras leer “Mil cretinos”, la última obra de Quim Monzó, a uno le asalta la sensación de que la vida -ese bucle sin fin que desemboca irremediablemente en la sombría vejez-, es más patética y deprimente de lo que, mientras se respira, se suele advertir.

Y es que, a pesar de que el escritor catalán no ha dudado en afirmar que éste es su libro más alegre, lo cierto es que el poso que deja “Mil cretinos”, es fatigosamente triste y dolorosamente incómodo.

El libro está dividido en dos partes bien diferenciadas; la primera está compuesta por una hornada de siete relatos que podrían ser catalogados de tradicionales, mientras que la segunda, consta de doce textos que, debido a su extensión e intensidad, pueden ser contemplados como microrrelatos.

Sórdidos, aciagos y trascendentes, los cuentos se presentan en la obra, aparentemente autónomos, y entrañan el acercamiento al entendimiento de la anatomía moral humana, mediante la narración de algunos actos cotidianos, a veces simplemente anecdóticos.

Así de lúgubre se presenta la primera de las narraciones, “El señor Beneset”, que cuenta cómo un anciano viudo se acicala y viste de mujer ante la impasible mirada de su hijo que se encuentra de visita en el geriátrico. Monzó quiere demostrar así que los cretinos están en todas partes, incluso en los escenarios más inhóspitos como los hospitales o las residencias para ancianos.

El cinismo, la mordacidad, el humor negro tan característico del escritor, alcanza su expresión más brillante en algunas de las pequeñas estampas albergadas en la segunda mitad de la obra. Este es el caso de “El tenedor”, que denuncia la actitud de una mujer que, aprovechando la retirada puntual de su compañero de mesa en un restaurante, cambia su tenedor -que acaba de caer al suelo- por el de su amigo ausente.

El análisis frío, aséptico de los diferentes tics de la conducta humana aparece encerrado dentro de una narración lineal, cronológica, donde el autor nunca anticipa ningún dato ni tampoco esconde ningún tipo de información al lector, el cual, a su vez, descubre la progresión de las historias, al mismo tiempo que el autor avanza –sorprendiéndose- en el desarrollo de su trabajo de observación.

Con “Mil cretinos”, una vez más, encontramos que -sin necesidad de decorar sus historias con un lenguaje rimbombante, pretencioso o recargado-, el narrador catalán más innovador y original, consigue comprimir en unas cuantas líneas el sentido de este mundo.

lunes, 19 de mayo de 2008

Derrocharte

Queridos amigos:

Sé que os tenía muy olvidados pero es que últimamente he andado muy liado con un trabajo de probador de piensos (para sacarme unas perrillas). Aquí os dejo un vídeo de mi ama para un concurso sobre el agua. Yo no lo he entendido, pero creo que es porque soy un perro: estoy convencido de que vosotros sí captaréis la esencia y lo comentaréis con afán constructivo.

martes, 6 de mayo de 2008

Un poni sin carné

Dormía plácidamente en el asiento trasero del Ford Fusion cuando Paco, quien se encontraba al volante en la operación de retorno del puente, aprovechó que mi dueña había caído rendida tras horas berreando melodías que sonaban en los 40 Principales, y cambió de sintonía para ponerse
al tanto de la actualidad informativa. En la nueva emisora (una cadena regional de la España profunda), un locutor inexperto que intentaba suplir con aplomo su falta de maestría, informaba con voz engolada de que, según una recién aprobada ley, conducir sin haber pasado por la autoescuela, sería castigado con penas de entre tres y nueve meses de prisión. 25.000, añadió el muchacho, era el número de conductores que habían sido denunciados en el pasado año por conducir sin tener el pertinente permiso.

Mis orejas de perro pastor se alzaron -fruto de mi súbito estado de atención- y rápido empecé a inspeccionar los coches vecinos que aguardaban con paciencia la desarticulación del embotellamiento, en busca de posibles conductores furtivos.

El primer automóvil en el que fijé mi interés, era un flamante Seat Leon de color rojo sangre. Dentro, un chico con el pelo de punta, brillante de gomina, con gafas para el sol de cristales azul eléctrico y una camiseta ceñida de un amarillo que dañaba los ojos, escribía un mensaje en su móvil de última generación con sistema operativo tipo Palm. La que debía ser su novia, en el asiento de copiloto, mascaba aparatosamente chicle, sin aparentar preocupación alguna por la ilegalidad en la que incurría su chico.

No. Seguramente ese joven con toda la pinta de incurrir en todo lo delictivo, tuviese todos sus papeles en regla.

Pensé que los años me estaban volviendo un perro prejuicioso y con intención indulgente dirigí mi mirada hacia el coche que se encontraba justo al otro lado. En este caso, mis ojos se toparon con un Todoterreno que, en el parachoques trasero, llevaba aferrado un pequeño remolque en el que, quizá no cupiera un robusto caballo pero si un poni coquetón. Pensé que, probablemente, el conductor del Jeep tuviese -al igual que el hortera del Leon- su permiso de conducir en regla, pero que quizá no contase con licencia para edificar.

Justo atrás, un familiar recién salido del túnel de lavado, era conducido por un hombre de unos cincuenta años que lucía una empañada calva, denotando un alto rendimiento de su aire acondicionado. Olía a Diesel, por lo que el consumo no le debía doler demasiado.

Recapacité y asumí que había perdido unos quince minutos de mi vida con una tarea que no me llevaba a ninguna parte: ninguno de los automóviles que allí se congregaban serían dirigidos por conductores sin carné.

Sin embargo, hoy me he sorprendido en el desayuno escuchando que habían sido, ni más ni menos que 128 los detenidos en la carretera por circular sin permiso.

Tengo que reconocer que esta vez el olfato me ha fallado.

domingo, 4 de mayo de 2008

Me presento



Hola a todos y bienvenidos a patolaqueao.

Empezaré por aclarar que éste no es un blog de recetas de cocina. Si eso os sorprende, esperad a saber que quién os habla, no es una persona, sino otro tipo de animal (os anticipo que no soy un pato).

Mi dueña se encuentra con fiebre y no aguanta estar más de dos minutos delante del ordenador; por no aguantar, no ha podido ni sacarme a pasear más de uno. A estas alturas ya sois muchos los que sabéis que soy un perro, pero no un pequinés pese a la procedencia del plato que da título al blog: soy un perro de agua con grandes inquietudes como las que tuvieron Rantamplán o Milú. Siempre me sentí más identificado con el primero, pero al ser mi ama periodista, me centraré más en la comunicación que en perseguir a los cuatro maleantes de turno; o quizás en ambas cosas. Un poco de olfato vendrá bien para suplir tanta miopía informativa.

Después de esta introducción canina con tintes culinarios, solo me queda anticiparos que de primer plato tendremos pacto a la boloñesa.

Un saludo y hasta la próxima entrada.